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Cárceles: ¿es posible la resocialización?

En el día de ayer se celebró en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora esta actividad. Participaron grandes disertantes y las autoridades académicas. El impulso inicial fue del Seminario de Investigación y Lectura de Cuestiones Criminológicas de la UNLZ. Adhirieron la Universidad Nacional de Avellaneda, la Asociación Judicial Bonaerense, la Comisión de Funcionarios y Funcionarias de la A.J.B., la Asociación Argentina de la Justicia de Ejecución Penal y el Centro de Estudios Judiciales de la UNLZ.

La jornada tuvo inicio a las 18.00 horas y contó con la participación de más de quinientas personas. Los expositores, como se dice en criollo, no esquivaron el bulto. Trataron temas sensibles, abordando la problemática carcelaria desde distintas órbitas. Claro está que son personas de reconocida trayectoria en el campo, lo que les permitió brindar un abordaje cabal del tema; bien teórico, pero cuando fue necesario, práctico, llano y directo. Durante dos horas y media se pensó.

Nos quedaron muchas preguntas por hacer, muchas respuestas que buscar. Estos espacios están llamados a la reflexión y es lógico que la reflexión no traiga certezas sino más dudas. Ya afirmaba Descartes que la duda es el principio de la existencia. Tal vez el camino de las dudas, de los pensamientos, de los interrogantes y sensibilidades sea el adecuado para comprender una realidad tan compleja y siempre contradictoria. La cárcel para muchos es simplemente un castigo justo, para otros es una herramienta de control social a partir de la normalización, corrección y disciplinamiento. También están quienes sostienen que una prisión es simplemente un depósito de cuerpos, una jaula; un vertedero humano. Ayer todos coincidieron en algo, precisamente en la función que inexorablemente cumplen las instituciones totales de estas características: producir dolor. La cárcel duele, duele en los descalzos. Una etnografía de una prisión nítidamente nos permite avizorar que quienes allí se encuentran privados de su libertad son personas generalmente jóvenes y pobres. Todos sabemos que el delito existe a lo largo y a lo ancho del tejido social, sin embargo en estas estructuras medievales yacen aquellos y aquellas que pagan el preció de una sociedad egoísta, individualista, violenta y desigual.

Estos especialistas cuestionaron el término resocialización. No sólo pusieron en tensión la existencia de una sociedad justa hacia la cual direccionar la supuesta reinserción social, sino también las posibilidades concretas de que ello ocurra a pesar de todo, teniendo en cuenta principalmente las condiciones actuales de encierro. Fueron más profundos algunos y sostuvieron que el Estado antes que nada debe velar por la libertad y no tiene derecho a cambiar la forma de pensar o sentir de nadie. Así, a lo largo de sus intervenciones criticaron duramente esta palabra consagrada en los tratados internacionales suscriptos por nuestra Nación, con fuerza constitucional a partir de 1994.

No se habló de la necesidad o no de la prisión, esa no fue la consigna. Este punto refleja otra de las conquistas que a lo largo de su vida ha ganado la cárcel; siempre se ha reinventado dentro de un mismo esquema para ser la solución mágica a miles de conflictos de distinta naturaleza. Hoy hasta parece burdo pretender que un hombre violento con su pareja deje de serlo por permanecer en cautiverio en un sitió aun más violento. Sin embargo esta forma de castigo se erige como la única alternativa. Siempre se dice que no se ha inventado algo mejor aun, yo creo que no se pudo inventar nada peor. No digo que la cárcel sea peor que otras penas o castigos, el ser humano se ha caracterizado por una gran imaginación a la hora de hacer sufrir. Me refiero a que la cárcel es esa institución que permite torturar, dañar, flagelar y destruir cuerpos, mentes y almas, pero encontrando más legitimaciones que rechazos. Si fuera un ser viviente diría que es el más hipócrita, casquivano, selectivo y cruel.

Creo que todos coincidieron en que el poder punitivo debe ser limitado. Que sólo debe ser habilitado cuando no queda otra opción posible. Tal vez no puedan derribarse las cárceles de un día para otro y suplantarlas por escuelas, centros culturales o talleres. Quizá puedan funcionar más centros culturales, escuelas y talleres dentro de estas estructuras. En el mejor de los casos, regidos por las verdaderas leyes de educación, cultura y trabajo y no por normas tratamentales propias del derecho penal, que solo nos encierran en una misma lógica; totalizadora y monopólica. Una lógica de premios y castigos. Ya Gresham Sykes nos alertaba en 1958 acerca de como se mantiene el orden al interior de una cárcel.

Creo que la charla de ayer nos obliga a pensar en estas alternativas a corto y mediano plazo. Nos obliga a generar espacios de trabajo, arte y educación. Tal vez puedan generarse ámbitos de libertad en la vida secuestrada. Quizá podamos plantar una flor en este otoño. Todo vale la pena, nada hay para perder y todo está por ganar. Después, con mucho trabajo e ideas frescas, puede que aparezcan nuevos horizontes. Hoy estamos llamados a dar la batalla en este terreno y debemos hacerlo.

La universidad no simplemente es un lugar al que uno concurre para graduarse y hacer su vida. La universidad tiene que ser un lugar de investigación y estudio. Seguramente va a ser rompiéndonos la cabeza como vamos a mejorar las cosas. Quedarse únicamente en la crítica cómoda no sirve de mucho.

Festejo también que un gremio de la trayectoria y prestigio de la AJB y muchas otras instituciones hayan participado. Esto habla de que todo no esta perdido. Que hay trabajadores y trabajadoras judiciales que están abiertos a debatir estos temas, a ganarle una mano al sistema penal.

Muchas gracias a todos los que participaron.

                Federico Pablo Navascues (27 de agosto de 2020

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